Dos identidades = CODA
Fabiola Ruiz Bedolla
Describir en breves palabras esta sensación de tener un cuerpo con dos identidades resulta sumamente complejo. Creo que al igual que a los sordos hay diferentes formas y experiencias que los definen, a los CODA nos pasa lo mismo, que porque si eres el mayor de tu familia y te tocan unos padres más estresados y exigentes para que los apoyes y seas una extensión del ejercicio de la paternidad; o porque eres el de en medio y tu papel no parece ser tan significativo o eres el que se rebela ante la injusticia del ser diferente; o bien, porque eres el más pequeño y pareces el más vulnerable y te tocó vivir con unos padres más relajados o cansados.
El caso es que las experiencias, las exigencias y la forma en la que vemos los CODA no es la misma para todos. Sin embargo, hay rasgos que nos hacen hermanarnos de alguna manera aunque muchas veces no queramos reconocerlo porque vernos en los ojos de nuestros hermanos nos hace cómplices de lo que nos duele y no queremos tocar, ver, escuchar o sentir.
Siempre divididos. Somos una parte sordos y otra oyentes, una parte seguros y otra muy inseguros, maduros para algunas decisiones e inmaduros para otras, juez y parte, necesitamos con vehemencia ser abrazados, aceptados, queridos y protegidos, sobre todo protegidos; pero a la mínima provocación desistimos de todo ello para proteger y cargar con el peso de toda la responsabilidad, ¿Cuál? La que sea, al fin y al cabo ya estamos acostumbrados.
Nos sentimos orgullosos por el logro que tuvieron nuestros padres al “tenernos” aunque muchas veces lo que quisiéramos es “tenerlos”. Reconocemos las duras y encarnecidas batallas a las cuales han sido expuestos, desde ser hijos o hermanos en una familia que no se comunica con ellos porque no supieron o porque no les importó; hasta las luchas cotidianas por entender el mundo y defenderse de él.
Nos hacen sentir que nuestros padres son “diferentes” y que nosotros también lo somos por ser sus hijos
Compartimos con nuestros padres ese horrible sentimiento humano que aprendemos: la vergüenza. Esa que el mundo constantemente se encarga de recordarnos de forma continua por ignorancia. Nos hacen sentir que nuestros padres son “diferentes” y que nosotros también lo somos por ser sus hijos y eso nos duele por partida doble. La discriminación lastima a cualquiera, pero este sentido de “justiciero y defensor incansable de los padres” no es algo fácil de ver. A los CODA el sufrimiento de nuestros padres nos duele, como diría siendo niña, jugando bote pateado: “por mí y todos mis compañeros”, no nos gusta que nos hagan sentir inadecuados, pero mucho menos que lastimen a esas personas que son tus raíces, que hablan con las manos y expresan a través de ellas lo que sienten cuando hay la posibilidad de ser “escuchados” o que ahogan en el silencio una larga vida de dificultades y obstáculos.
La diferencia con los CODA de ese entonces es que vivíamos dentro de nuestra comunidad con nuestros padres, pero no nos ayudaron a crear una conciencia de que junto con ellos íbamos creando una “doble” identidad
Siempre he creído que las antiguas generaciones tuvimos que echar mano del recurso de la resiliencia frecuentemente. Los Sordos de antes, o bien los que actualmente son adultos mayores, pudieron tener contacto con su lengua y su comunidad en diferentes espacios por los cuales se unieron para convivir, compartir y pertenecer a su grupo. La diferencia con los CODA de ese entonces es que vivíamos dentro de nuestra comunidad con nuestros padres, pero no nos ayudaron a crear una conciencia de que junto con ellos íbamos creando una “doble” identidad. La sensación era más bien que debíamos ser responsables y apoyar las decisiones que nuestros padres tomaban. Hoy en cambio, las nuevas generaciones, tanto de Sordos como de CODAS, viven una realidad diferente; existe la tecnología que conecta a las personas desde diferentes partes del mundo y, gracias a la vídeo llamada, no existe la exigencia del uso del español para comunicarse o mediar a través de alguna otra persona para transmitir el mensaje de vía directa. Hay un grupo mayor y floreciente de intérpretes que permiten a los nuevos CODA descargar en ellos la responsabilidad de la comunicación.
Me parece que a muchos Sordos en la actualidad les cuesta más trabajo encontrar su identidad y pertenencia porque los modelos médicos siguen teniendo un peso importante con el modelo oral y los implantes, la necesidad de incorporarse a nuevos contextos educativos más competitivos que les exigen todavía más y, aunado a esto, la competencia que el medio impone a todos los seres humanos en diversos ámbitos, lo cual impide una visión comunitaria y fomenta una visión individualista que los aleja de sus valores como grupo.
Ser bilingüe tiene muchas ventajas, de entrada contar con habilidades del pensamiento y del procesamiento del lenguaje que las personas monolingües no tienen.
Los CODA también permean este fenómeno social, pero algo que puede apoyarlos hoy día es contar con mayor información sobre su pertenencia a dos culturas, a dos grupos, a dos formas de ver la vida, lo que era visto como desventaja por ser "diferente" al resto, hoy puede ser una ventaja. Ser bilingüe tiene muchas ventajas, de entrada contar con habilidades del pensamiento y del procesamiento del lenguaje que las personas monolingües no tienen. En segunda instancia, dejar de vivir la condición de la sordera y el uso de la lengua de señas como algo vergonzoso. Muchos CODA que hoy día se han dado cuenta de estos beneficios, ahora pueden ser intérpretes con la preparación correspondiente y tener una profesión remunerada. Los Sordos de ahora pueden recurrir en mayor medida que antes al servicio de interpretación profesional y no empírica con sus hijos, dando a las nuevas generaciones CODA la oportunidad de prolongar los años de infancia y juventud que los CODA anteriores no pudieron. Esto no quiere decir que hoy día todos los CODA tengan un amplio conocimiento de sí mismos, pero hay más información de lo que a muchos de nosotros nos tocó en el pasado.
De manera personal puedo decir que yo me encontré a mí misma una semana de julio del 2005 rodeada de otros CODA que a pesar de no contar con el mismo idioma oral y de señas, compartimos el idioma de los sentimientos, de las experiencias y de las dificultad para encontrar pertenencia e identidad con los dos grupos en los que crecimos, oyentes y sordos. No se trata de dividir realidades, se trata de unificar esfuerzos para poder ser vistos y escuchados todos por igual.